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Malvinas. La otra cara de una misma sociedad.

El dos de abril es una fecha emblemática para todos los argentinos.

Hoy, como en 1982 y a pesar del tiempo transcurrido, esta fecha sigue uniéndonos bajo la sombra de un mismo pabellón.

Sin embargo y a través de los últimos 28 años, el sentido de esa misma fecha fue mutando, conforme a la interpretación que de aquel hecho histórico, fueran haciendo los diversos gobiernos que nos han ido representando.

Desde la negación de la fecha, trasladando el día oficial de conmemoración de la “Gesta de Malvinas”, al día del armisticio (14 de junio), pasando por su designación como “Día de la Soberanía Nacional”, hasta la actual, que denomina al 2 de abril, como el “Día de los caídos en defensa de la soberanía”.

Oportunidad, propaganda e interpretaciones políticas al margen, el pueblo, el grueso del pueblo de nuestra nación, sigue recordando el 2 de abril, como el día en que nuestras queridas islas Malvinas; efímera y precariamente, volvieron a colocarse bajo la soberanía de nuestra República.

República que de hecho no existía en aquellos momentos, ya que la soberanía popular se hallaba suprimida y bastardeada por un Estado ilegítimamente usurpado, desde un sector de las fuerzas armadas, que oficiaba de vanguardia reaccionaria, al servicio de una oligarquía cipaya y entreguista, sostenida por los esbirros de siempre y tolerada por una sociedad “panzallenista”, inconciente de sus deberes y derechos ciudadanos.

Nadie, ni siquiera los eternos enemigos del pueblo, desconoce esta realidad. Sin embargo, pareciera que muchos de los amigos de este lado de la argentinidad, se empecinan en no ver la diferencia existente entre aquellos hombres que apuntaron y dispararon sus fusiles contra el enemigo extranjero y los que hicieron lo propio sobre nuestro pueblo, sirviendo así, a los oscuros designios del coloniaje.

Resulta muy difícil marcar o establecer las diferencias, cuando se viste un mismo uniforme. Resulta muy difícil entender un hecho histórico, cuando el mismo ha sido utilizado durante 28 años consecutivos, para influir en el pensamiento coyuntural de una sociedad, cuyo órgano más sensible es el bolsillo y su patriotismo se expresa o limita, conforme a la mejor o peor fortuna de su seleccionado de futbol.

La llamada “Gesta de Malvinas”, a mi entender, debería dividirse en tres etapas. Primero, la recuperación de la soberanía de las mismas, materializada por la “Operación Rosario” una maniobra militar impecable e incruenta, donde las únicas bajas, fueron las que sufrieron los vencedores.

Si se compara esta operación, donde se logró neutralizar (sin bajas para ellos) 97 elementos pertenecientes a una orgullosa unidad de elitte de los Comandos de la Marina Real Británica, con otras acciones similares, ejecutadas por las fuerzas especiales de las grandes potencias. Veremos con orgullo como la flor y nata de las fuerzas imperiales, materializada en una prestigiosa unidad de comandos, resulto “humillada” ante la historia militar universal, al ser derrotada y forzada a su rendición, sin haber perdido a ninguno de sus hombres.

Este “papelón”, esta mancha INEDITA en la historia de todas las luchas libradas por las fuerzas del Imperio Británico, fue ocasionada nada más y nada menos, que por la Nación Argentina, que por tercera vez en la larga historia del coloniaje imperialista, le hizo morder el polvo de la derrota y esta vez, de la vergüenza, al orgulloso león británico.

En segundo término me gustaría analizar el breve período definido por los británicos y Kelpers como “La Ocupación”.

Una vez más y como siempre que salieron de las fronteras de nuestro país, las fuerzas armadas nacionales se distinguieron por el trato correcto y humanitario dispensado a los vencidos.

Los comandos británicos hechos prisioneros, fueron remitidos inmediatamente a su patria vía Uruguay, no se tomaron rehenes, no se aplicaron técnicas de terror ni de venganza sobre la población civil Keeper.

A pesar de no haberse declarado formalmente el estado de guerra entre ambas naciones, se respetó en todo momento lo estipulado en la 5ta Convención de Ginebra, incluso luego de que los británicos violaran la zona de exclusión, hundiendo cobardemente al crucero Gral. Belgrano, hecho criminal que conforme a la convención mencionada, nos otorgaba el legítimo derecho de aplicar represalias.

En el trato con la población civil “kelper”, definitivamente hostil a nuestras fuerzas, no se registraron casos de violaciones, ni atropellos de ningún tipo y dos casos de robo menor, denunciados por civiles “kelpers”, fueron aclarados y castigados, conforme a los reglamentos militares en vigencia.

No se utilizaron rehenes, ni escudos humanos y las únicas víctimas civiles de toda la contienda, fueron una familia “kelper” que pereció a causa del disparo de un misil desde un helicóptero ingles, el día 12 de junio de 1982.

Los daños materiales “colaterales” causados por los bombardeos aéreos de gran altura (más de 5.000 mts), efectuados por la RAF, fueron el resultado de la cobarde decisión británica de cancelar los bombardeos aéreos tácticos (de baja altura) que terminaban mal para ellos, debido a la eficacia de nuestra artillería anti aérea.

Así, los ingleses, pagaban la lealtad de la población kelper, cuidando sus aviones y pilotos, a costa de la seguridad de las mujeres y los niños kelper que vivían en las islas.

En esta etapa, la de la ocupación política y militar de las islas, surge un dilema que los argentinos, lejos de dilucidar, hemos preferido ocultar bajo la alfombra: ¿Qué paso en Malvinas? ¿Cómo unas fuerzas armadas represoras y genocidas, de pronto se reconvierten en un ejercito digno y orgulloso, que pelea respetando los derechos humanos de sus enemigos, incluso más allá de lo que las leyes internacionales contemplan?...

La respuesta a mi entender es sencilla: el cobarde siempre es cruel y el cobarde no se enfrenta a las fuerzas del imperio y mucho menos, de frente y mano a mano.

A las Malvinas no fueron a pelear las patotas de la ESMA, ni del 601, no fueron los Guglielminetti, ni los Aníbal Gordon y los “marinos” como Astiz, se reservaron un escenario bien lejano y solitario, para entregar sin resistirse, la parte posterior de su indigna anatomía, fuera de la vista de nuestro pueblo, que acantonado en las trincheras del Regimiento de Patricios, peleaban junto a esos pilotos gauchos, que conmovieron al mundo con sus hazañas y coraje sin igual.

¿Pero dónde estaban los jerarcas de genocidio reorganizador?... Estaban donde dijo Charlie… “tomando wiskie con los ricos” lejos de todo peligro, lejos de cualquier salpicadura de esa sangre gaucha y libertaria, de esa sangre latinoamericana que estos “caballeros” no vacilan en derramar, porque para empezar, les resulta totalmente ajena.

Las armas patriotas no “invadieron” las Malvinas: las “recuperaron”, preservando la vida de los “usurpadores”. Las fuerzas armadas argentinas recuperaron las Islas Malvinas derramando menos sangre enemiga, que la derramada por la policía para reprimir una toma del puente Pueyrredón. Las fuerzas argentinas no atacaron, sino que ocuparon lo que es parte de nuestro territorio sin excederse en el uso de fuerza y luego, ante el atropello mancomunado del Imperio y sus secuaces, simplemente se defendieron… y todo esto, además, fue realizado cuando ya no quedaba tiempo.

Ciento cincuenta años de ocupación pacífica e ininterrumpida, es un argumento casi irrefutable en el ámbito del derecho internacional, a la hora de reclamar la soberanía de un territorio. Desde 1833, la Gran Bretaña mantenía esa situación de “ocupación pacífica ininterrumpida”, que en 1982 comenzaba a transitar el año número 149.

Sin la sangre y el esfuerzo de nuestros soldados, nuestra República, hoy feliz y definitivamente recuperada por el pueblo, no tendría ya los argumentos legales válidos, para continuar reclamando pacíficamente, un territorio, que el derecho internacional ya consideraría “cedido” o “abandonado”. Esa es otra de las verdades, que la sociedad olvidó junto al reconocimiento debido a sus soldados.

La amnesia colectiva tiene su razón de ser, pero ésta no es, de ninguna manera, el remanido: “nada bueno puede haber surgido de las juntas de la dictadura”, porque si así fuera, con el resurgir de la democracia, los legítimos representantes de esa sociedad deberían haber derogado un sin número de leyes, que teniendo su origen en gobiernos de facto, como la obsoleta ley de radiodifusión, si embargo se mantuvieron vigentes hasta el día de hoy, defendidas a capa y espada, por personajes y partidos de remozada “tradición” democrática.

No señores, el abandono de la causa de Malvinas es la consagración del éxito de la propaganda imperialista, que se encargo de desactivar cualquier intento posterior de resistencia genuinamente popular, en una causa nacional que no fue un invento de ninguna junta militar, pues tiene sus orígenes en un atropello a nuestra dignidad e intereses nacionales, perpetrado hace 177 años.

La batalla de Malvinas no se perdió, el día que un general de dudosa reputación profesional, pero pulcramente engominado, estampo su firma en el acta de armisticio.

La batalla de Malvinas se perdió cuando la gran mayoría del pueblo argentino le dio la espalda a sus soldados combatientes, tratándolos de “pobres chicos” y de “loquitos de la guerra”.

Cuando el cine nacional se lleno de películas “argentinas”, curiosamente financiadas por capitales británicos, con guiones escritos por personajes de dudosa y cuestionada actuación durante los enfrentamientos, corregidos por señores legisladores “argentinos”, casados con funcionarias jerárquicas de la BBC de Londres, que para “peor disimular”, desarrollaban tareas para esa emisora, en la misma época en que se desarrollaba el conflicto.

En estas películas, no se sabe que avergüenza más, si la magnitud de las mentiras impunemente proferidas, o el triste papel que se le asigna a nuestros soldados, presentados, por nuestro propio “cine nacional” ante la historia, como más dignos de lástima, que de respeto.

Triste y oprobiosa propaganda que llevo a muchos de nuestros combatientes olvidados, a preferir el suicidio, a vivir toda una vida con el estigma de la vergüenza, la derrota, la lástima y el desprecio social, manifestado en un injustificado olvido colectivo.

Las fuerzas argentinas, compuestas de ciudadanos armados (conscriptos) y suboficiales y oficiales bisoños, se enfrentaron a la SEGUNDA ARMADA del mundo, en una batalla aeronaval y terrestre de una envergadura inédita desde la segunda guerra mundial.

La Royal Navy, la segunda armada del mundo, contaba con el apoyo incondicional de los EE.UU., la primera potencia militar del mundo, la logística y el asesoramiento de la OTAN y la inteligencia y espionaje del pinochetismo chileno, así como del uso de las bases militares más australes del vecino país.

Con todo eso y al decir de los propios comandantes británicos, el enemigo invasor estuvo a unas pocas horas de perder la batalla aeronaval por las islas.

Nuestra fuerza aérea y aeronaval le produjo a la flota insignia de la OTAN el hundimiento de los siguientes buques de guerra: HMS SHEFFIELD, HMS ARDENT, HMS ANTELOPE, HMS COVENTRY, HMS ATLANTIC CONVEYOR, RFA SIR GALAHAD y daños de magnitud en el portaaviones HMS INVINCIBLE, la fragata misilística HMS PLYMOUTH y el transporte de tropas RFA SIR TRISTAM, además de 7 embarcaciones de menor porte.

En tierra malvinera los combates se sucedieron con igual firmeza y determinación, pagando el enemigo, esta vez con su sangre, cada metro de terreno reusurpado.

Lo que en 1833 fue conseguido con una simple matoneada, en 1982 le significo al imperio una batalla carísima, tanto en vidas inglesas como en moderno y costoso material bélico.

La lucha se mantuvo hasta el final, librándose encarnizados combates hasta el mismo 14 de junio de 1982. Ese día, a las 11 horas, unidades de nuestro Ejército e Infantería de Marina, un batallón reforzado con dos compañías, lucharon contra una gran concentración de fuerzas enemigas compuesta por las siguientes unidades: el Segundo Batallón de Guardias Escoceses; el Primero y Séptimo Regimiento de Fusileros Gurkas, una parte del Batallón de Guardias Galeses y el célebre Escuadrón 42 de Comandos de la Infantería de Marina Británica.

Las tropas argentinas rechazaron con bravura el ataque, que no fue reanudado, ya que a las 12:30 horas recibieron la orden de repliegue en atención al cese del fuego acordado por los mandos superiores de ambas partes.

Pocos momentos después de haber recibido la orden de repliegue, nuestros hombres fueron sorpresiva y cobardemente atacados desde helicópteros, dos de los cuales fueron derribados por hombres del BIM 5.

Ese día 14 de junio a las 14:30 horas, las fuerzas argentinas que acabo de mencionar, entraron “desfilando y portando todas sus armas” a Puerto Argentino. Jamás se rindieron en combate, sino que luego acataron, como soldados, el armisticio acordado por sus respectivos mandos.

Nuestras bajas en ese último día de combate, fueron 16 muertos y 68 heridos y los ingleses sufrieron más de 300 bajas.

El total de muertes argentinas durante la batalla de Malvinas asciende a 649 hombres, su composición es la siguiente: Fuerza Aérea: 55. Prefectura Naval Argentina: 2. Armada: 375 (364 corresponden al traicionero hundimiento del ARA Gral. Belgrano). Marina Mercante: 16. Gendarmería Nacional: 7. Ejército Argentino: 194

Por el lado británico, se estima que cayeron aproximadamente 1.000 hombres, fueron derribadas 51 aeronaves entre aviones y helicópteros y fueron hundidos o seriamente dañados 30 buques.

Así, un análisis objetivo de la historia, contrasta contra la falsa creencia, funcional al imperialismo colonialista, que en las islas no se combatió, sino que un puñado de niños mal armados y asustados, fueron víctimas de la locura de un tirano al que ellos, devenidos en circunstanciales “libertadores”, contribuyeron, indirectamente a derrocar.

Lindo mensaje nos dan así los gringos, a todos los pueblos latinoamericanos, linda propaganda imperialista es la que irresponsable y miserablemente, muchos argentinos han ayudado a difundir: Enfrentar al imperio, es cosa de “locos y tiranos”, recuperar lo nuestro, es “invadirlos”. Unirse con los pueblos hermanos, es “extender el eje del mal”. Armarnos en defensa de nuestros recursos es “desestabilizar la región” y luchar contra la injusticia y la opresión, es “fomentar el narcotráfico”.

Lo cierto es que toda esa propaganda inglesa, sólo ha servido para quebrar la voluntad de lucha de los argentinos, que dándole una vez más la espalda a la historia, concluimos hoy, entregando sin chistar, un pedazo de nuestra patria y nuestros recursos al imperialismo colonial.

Lo que algunos de nuestros muchachos hicieron hace 28 años en el campo de batalla, el resto de la sociedad lo perdió definitivamente frente a los televisores, cuando decidió calmar su conciencia, atormentada, consumiendo mentiras tendenciosas, sazonadas de propaganda “berreta” y oportunista.

Una sociedad atléticamente “pancista”, que corre tanto detrás del fideo no perecedero, como del dólar, si sospecha, que podrá obtener algún beneficio adicional, acaparando una cantidad inusual del primero o del segundo.

Es la misma sociedad que pocos años antes de la batalla de Malvinas, corría a denunciar a los “guerrilleros” y miraba con desprecio e indiferencia a esas “madres locas”, mientras giraban en su solitaria ronda de los jueves y que luego, sólo unos meses más tarde, se horrorizaba leyendo el “Nunca Más”, jurando que nada sabían ellos de “todo eso” que ocurría, mientras se descarnaban las uñas tratando de despegar del vidrio de sus autos el autoadhesivo que rezaba: “Los argentinos somos derechos y humanos”

Es la misma sociedad que trata siempre a sus hijos más valientes, sean hombres o mujeres, como si fueran débiles mentales, quizá por temor a que sus virtudes, pongan en evidencia la mediocre intrascendencia de su “seguro” existir.

“Locos idealistas”, “guerrilleros rechiflados de utopías”, “chicos de la guerra” y “loquitos” de lo mismo, han sido los miserables calificativos con que nuestra sociedad ha premiado siempre el patriotismo.

Pareciera que merecer el oprobio y la vergüenza fuera el destino signado en esta tierra, para todo aquel que esté dispuesto a morir por defenderla.

Pero ¿por qué extrañarse?, si el puñado de granaderos que regresó a Buenos Aires luego de luchar por la libertad de medio continente, terminó preso y sometido a juicio por insubordinación y el glorioso cuerpo fue disuelto y olvidado por varias décadas.

Si este fue el destino de los vencedores de Ayacucho, que podemos esperar entonces… para los “Chicos de la Guerra”.


Nota: Guillermo Meana

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